El estado energético de los órganos de nuestro cuerpo se refleja e influye en la vida personal y se proyecta sobre el medio externo. Del mismo modo, las transformaciones sociales que ponen en danza a las plataformas y redes en las que participamos, también se infiltran en el cuerpo y en la vida de las personas. Así, pues, la salud de nuestra sede física traspasa los límites de la piel y entra en resonancia con la fisiología del mundo exterior. Nuestro estado de salud y el de la sociedad no son ajenos el uno del otro. Danzan a través del lenguaje o, por lo menos, éste sirve para constatar que hay una danza. Por otro lado, podría ser contemplado el lenguaje –mediante metáforas, argumentos e interpretaciones que nos hacemos de las cosas que nos ocurren- como si se tratara de una prueba grafológica a través de la cual es posible percibir cómo el estado orgánico interno se plasma, roza, choca o se infiltra en el mundo orgánico externo, o se deja moldear por los mensajes de éste. De este modo, podemos llegar a entender que se establece una sutilísima transmisión de información entre los órganos de nuestro cuerpo, aspectos de nuestra vida, ciertos departamentos de la empresa en la que estemos involucrados (organizaciones, plataformas, redes) y acontecimientos que parecen generados desde el mundo exterior. Una de las formas de encauzar y mejorar la participación en estos procesos consistiría en una transformación en el uso del lenguaje, puesto que éste es el gran mediador, y la metáfora, una de sus llaves.